10 abr 2014

El último adiós

¿Os acordáis del relato de hace dos Jueves? Fue Barco en una botella . Lo había escrito como parte de un ejercicio de Adictos a la Escritura. Yo había escrito un comienzo que al final no fue continuado. Pues ahora lo ha sido, lo he continuado yo mismo. Lamento si hay alguna errata o algún error porque lo he escrito hoy y la revisión no ha sido muy allá. Es un tanto melancólico lo que ha surgido. Cuando escribí el comienzo recuerdo que pensé en otra historia, pero ahora cuando me he puesto a continuarla ha salido ésta. Espero que aún así os guste, porque no es mala tampoco.

Aunque esta vez he escrito yo toda la historia, he puesto en cursiva la parte que envié para que fuese continuada.

Se giró cuando pasó a su lado y se quedó mirándola fijamente mientras ella continuaba caminando. Su cara le sonaba de algo, pero no sabía exactamente de qué. ¿De qué podía ser? Había tenido que verla en algún lugar antes. Sí, esos ojos azules le eran familiares, había visto en algún lugar aquella tonalidad gris en ellos. Se había encontrado con ellos previamente, antes de volverlos a ver paseando por aquella calle. Pero no eran sólo sus ojos, su cabello castaño también le era familiar. Sabía que en algún lugar de su memoria conocía su nombre, pero no lo recordaba. Se preguntaba mientras la miraba de qué le sonaba aquella chica. Entonces se giró rápidamente, porque notó que la chica se giró para mirarlo. No quería llamar su atención, así que dio media vuelta y comenzó a andar. Ella le había mirado. ¿Quizá ella le reconociese de algo? ¿Sabía ella quién era él y de qué se conocían? Comenzó a andar dándole vueltas en su cabeza a estos pensamientos, pero no se volvió a girar hasta un poco después, cuando creía que ella ya no le miraba. Mas no era así, la chica se había quedado mirándole, al igual que él se había quedado mirándola a ella. Y al igual que él, ella se giró hacia el otro lado cuando presintió que él iba a girarse para mirarla, lo sabía porque la había descubierto en pleno giro. Ella empezó andar y él la miró una vez más antes de darse la vuelta y continuar por su camino. Era todo muy raro, pero había algo en su interior que le decía que no se acercase a aquella chica de ojos azules.


Aunque pensaba continuamente en ella, no fue hasta una semana después que volvió a verla. No había logrado descubrir de qué la resultaba familiar, no podía dejar de pensar en ella hasta que lo lograse. Su posible recuerdo era una obsesión que le atormentaba. Una parte de él deseaba descubrir la razón de que la resultase familiar, y la otra quería alejarla de él. Ahora la tenía a unos pasos de distancia, sentada en un banco de aquel parque que él tanto frecuentaba. Estaba sola y sin compañía, mirando a los pájaros que volaban hacia las migas de pan que un niño pequeño echaba en el suelo. La miró y antes de que pudiese dudar sobre qué hacer, se puso en marcha hacia ella. La chica se giró para verle venir en su dirección y le observaba acercarse al banco. Ella sonrió, él dudó, de nuevo aquella sensación de alejarse de ella. Se paró un momento, la chica se sorprendió y se levantó. Él comenzó a andar de nuevo hacia el lugar donde ella se encontraba.

—Disculpa…
—Al final te has atrevido a hablarme ­­­-respondió ella sonriendo-.
—Sí… no… Quiero decir, creo que me suenas de algo, pero no sé de qué… ¿Nos hemos visto antes?

Ella estiró el brazo para tomar su mano, él instintivamente se apartó. Otra vez la misma sensación de no acercarse a ella.

—Lo siento…

Se dio la vuelta y empezó a alejarse de la chica. No echó a correr porque no tenía miedo, quería alejarse, pero no era miedo lo que sentía. Mas no consiguió dar dos pasos antes que la mano de la chica tocase la suya y le detuviese. En aquel momento todo cambió.

—Has vuelto…
—Sí, como te prometí -contestó ella-.
—Pero eso significa que ya no volveré a verte…
—Exactamente…
—No quiero volver a olvidarte…
—Debes hacerlo, como has hecho hasta ahora.
—¿Por qué has vuelto? ¿Por qué has gastado la última oportunidad de volvernos a encontrar?
—Porque me marcho definitivamente. No quería irme sin decirte adiós.
—La semana pasada, estabas esperándome.
—Sí, llevo dos semanas visitando los lugares donde estuvimos juntos esperando volver a verte, para poder decirte adiós.
—¿Y no te puedes quedar?
—No, han llegado los míos y ahora puedo irme de aquí para siempre. Ya no seré una amenaza para ti.
—No es justo…
—Lo sé…

Él se lanzó a sus brazos para abrazarla y comenzó a sollozar.

—No te recordaré, pero te echaré de menos –decía mientras las lágrimas comenzaban a deslizarse entre sus mejillas para llegar hasta la camiseta de la chica-.
—Yo a ti también.
—¿En este tiempo has sido feliz?
—Sí, gracias a ti sí.
—Desearía no haberte conocido, así no tendría que decirte adiós. Pero me alegro de haberlo hecho… Es todo muy confuso.
—Lo sé.
—Yo te tengo que olvidar, pero prométeme que tú me recordarás…
—Te lo prometo, nunca podré olvidar todo lo que has hecho por mí, siempre llevaré tu recuerdo allá donde vaya… -acabó derrumbándose ella también y sus lágrimas comenzaron a escaparse-.
—Lo siento, no quería hacerte llorar…
—Tranquilo…

Él se soltó de su abrazo y ella dio un paso hacia atrás.

—Este es el último adiós. Cuando te duermas y te despiertes me olvidarás.
—Como pasó la otra vez…
—Sí.
—Aguanté más de un día sin dormir porque no quería olvidarte. Entonces sabía que volveríamos a vernos una vez más. Ahora que sé que no te volveré a ver… Intentaré aguantar todo lo que pueda… no quiero olvidarte… ¿Sabes? Una parte de mí no quería acercarse a ti cuando te vi la semana pasada, y ahora me iba a ir si no me hubieses detenido. Imagino que en algún sitio dentro de mí, aún recordaba tus palabras y no quería que este momento llegase.
—Los recuerdos pueden olvidarse, los sentimientos no.
—Eso creo yo también. Espero que te vaya bien… cuídate…
—Tú también.

Metió las manos en los bolsillos del pantalón y comenzó a andar. Ella se quedó quieta mirando cómo se alejaba sin poder hacer nada por evitarlo, porque si lo hacía, sería peor para él.


Tres días después se levantó tras un largo sueño provocado por la extenuación de no querer dormir. No recordaba el porqué no había querido dormir durante tres días seguidos. Le dolía toda la cabeza, pero no le importaba. Por algún motivo quería echarse a llorar y la almohada amortiguó sus llantos.

2 comentarios:

  1. Hola Antonio, me gusta el relato, tiene una incógnita que deja ganas de más, y a la vez, como dices, esa melancolía le da un toque muy sentido. ¡Un abrazo!

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  2. Gracias, no sabía si iba a quedar un poco confuso. Pero quería hacer algo así, que dejase con la incógnita de qué pasó antes para que cada uno se imaginase lo que creyera pertinente.

    Un beso y un abrazo.

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